MI BUENOS AIRES
Mi Buenos Aires no figura en ningún medio publicitario. Mi Buenos Aires no es el de los pósters ni el de los mapas de turismo. En los libros turísticos no aparecen las villas miserias, ni tampoco la Isla Maciel, Avellaneda, Parque Chacabuco, Barracas, el estadio de Racing, los mendigos del subte, las medialunas frescas, el diariero gritando a viva voz o el olor de los asados que emana de las obras en construcción al mediodía,
En los libros turísticos no aparecen ni mi escuela primaria ni el glorioso Carlos Pellegrini. No están Caseros, Parque Patricios, Valentín Alsina, Caballito o el Teatro Infantil Labardén . No se ven calles adoquinadas o macetas con malvones, ni tampoco pibas con delantales blancos a las cuales seguíamos de cerca a la salida del colegio sin saber por qué caminos abordarlas.
Mi Buenos Aires eran las ratas al secundario para descubrir qué era en verdad lo que había más allá de los libros de estudio y que nadie se preocupaba en enseñarnos. Yo sólo pensaba en aprender la verdadera vida fuera del aula mientras allá adentro me aplazaban en taquigrafía.
Mi Buenos Aires son los tranvías a las siete de la tarde, cuando el frío entraba por las más delgadas rendijas del piso.
Mi Buenos Aires es el vapor exhalado con el cual me calentaba las manos en el recreo Es la calle Florida de noche en verano cuando ya todos los negocios estaban cerrados. Es tratar de no entregar el vale de pizza en el mostrador para presentarlo de nuevo y comerse otra porción y es envidiar a mi tío Norberto por la forma en que bailaban sus dedos sobre el diapasón de la guitarra.
Mi Buenos Aires es el cine Cataluña y el noticiero con las Novedades de la Unión Soviética. Mi Buenos Aires son las escaleras de casa jugando al Cisco Kid, a Poncho Negro y al Llanero Solitario.
Mi Buenos Aires eran los domingos con la televisión encendida todo el día y las inmortales pizzas fritas de la vieja; eran los almuerzos familiares en los restaurantes de Alsina o en el Palacio de la Papa Frita y era caminar con la panza llena hasta el Metropol de la calle Lavalle para ver una "que puedan ver los chicos".
Mi Buenos Aires eran Tía Vicenta, El Gráfico y Goles en la peluquería de Galluzio, o esperar ansiosamente los lunes para leer las crónicas de Diego Lucero en el
Clarín. Mi Buenos Aires era el ferretero de la esquina, el bar El Vasquito, la gomería de Pablo y la joyería del viejo Madrid. Era jugar al fútbol de manera interminable en la placita y regresar casi de noche para ver Cheyenne.
Mi Buenos Aires eran los especiales de crudo y queso en lo de Manolo, los cubanitos a la salida de la escuela y los pebetes del bufett del club Ñandú.
Era viajar colgado del colectivo o del tren tan solo para sentir el vértigo o para no pagar boleto. Era mirar de reojo el escote de las minas en el subte y era bajarse dos estaciones antes del destino para comer pizza parado en Serafín.
Mi Buenos Aires era andar de la mano con las chicas por callejuelas oscuras para besarnos solo hasta el cuello; era saberse de memoria una infinidad de tangos y canciones folklóricas. Y era cargar a todo el mundo por teléfono mientras esperábamos la aventura mas insólita a la vuelta de cualquier esquina.
Mi Buenos Aires fue todo eso en mi niñez.
Y naturalmente luego fue una infinidad de cosas mas..
¡ Salud eterna Buenos Aires!
Para mí (igual que para Borges) es una cierta forma de la eternidad.
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